La vida en la Colonia desde la mirada de Roberto Beck Por Alejandra Saiz
En estos días, la ciudad de Wanda despide a un hombre que entregó su vida al trabajo comunitario, un hombre que trabajó incansablemente por su progreso: Don Roberto Beck. Hoy, en La Mirilla lo recordamos a través de esta crónica realizada tres años atrás, cuando Wanda celebraba sus 81 años de vida.
Imponente y prolijo, como si fuese una postal, el jardín se deja ver desde la ventana del escritorio donde me recibe. Lo pondero. “Ya no es lo que era cuando estaba Mariane”, aclara nostálgico Roberto Beck. “Don Roberto” como popularmente se lo conoce en Colonia Wanda. Un hombre que confiesa haber sido feliz en esta ciudad por la que trabajó y a la que le dedicó, a través de diferentes funciones, muchos años de su vida. De hecho, tuvo una activa participación en la organización institucional de la localidad que en 1936 recibió a las primeras familias de agricultores polacos que formaron parte del proceso de colonización iniciado por la Compañía Colonizadora del Norte.
Atestado de objetos, entre los que se pueden contabilizar carpetas con recortes de diarios, cuadros y portarretratos, pilas de relatos escritos en primera persona depositados sobre una pequeña mesa y estanterías con cajas llenas de fotografías, el escritorio cobija muchas historias que piden ser contadas. “Este rincón es mi tesoro” revela mientras se acomoda en un sillón de pana rojo para dar inicio a la entrevista.
Desde allí me cuenta que nació en 1929, en Eldorado, en el seno de una familia de inmigrantes dinamarqueses y alemanes. Que vivía en Barrio Roulet donde tenían la casa y las tierras que cultivaban. Que fue el segundo de cuatro hermanos. Que cursó sus estudios primarios en una escuela del km 8. Que en su juventud viajó a Buenos Aires para continuar sus estudios secundarios en el Instituto Evangélico Americano. Que al terminar quiso ser piloto de barco y que acompañado de su padre presentó los papeles para ingresar pero que regresó enseguida. Y no porque le hayan rechazado el ingreso, aunque esa fue la versión que recibiera su padre, sino porque se enamoró y quiso volver. Que al poco tiempo se casó con Mariane Stelli, la joven inmigrante suiza que le robó el corazón y le regaló los años más felices de su vida. Que con ella tuvo cuatro hijos cuando ya estaban radicados en Colonia Wanda.
Relata, además, que a Wanda llegó en el año 1954 y que desde ese entonces se involucró en acciones que contribuyeron al desarrollo de la localidad. Por aquellos años -1956- formó parte de la primera Comisión de Fomento que presidió René Alberto Erize a quien destaca por su capacidad de trabajo y honradez lo que permitió el despegue de la colonia. “Aquel fue el primer paso que dio la colonia en su organización institucional y yo formaba parte de la Comisión Asesora junto a los señores Edmundo Plucinski, Charles Mathws, Rodolfo Marenic y Esteban Wisniewski” aclara. Agrega que tiempo después Erize renunció a su cargo y fue él, Roberto Beck, quien lo reemplazó hasta 1960. A partir de entonces, por un decreto del entonces interventor en Misiones, Adolfo Pomar, fue nombrado Interventor Municipal, cargo que ocupó hasta el 9 de abril de 1961, fecha en la que se realizaron las primeras elecciones comunales siendo electo intendente Esteban Wisniewski.
Y desde su sillón de pana rojo, desde el escritorio de aquella casa construida íntegramente en madera, como lo eran las casas en los tiempos iniciales de la Colonia, “Don Roberto” repasa los hechos relevantes de los primeros años. Dueño de una memoria prodigiosa enumera: “la sucursal del correo y la instalación del Banco Provincia que, junto a la creación de la Comisión de Fomento, fueron las grandes conquistas de Erize durante su mandato. Cuando yo asumí me enfoqué en mejorar caminos y puentes”. Y fue durante su gestión cuando se construyeron los puentes sobre los arroyos El Santo, Tupicuá, Tamanduá, Bonito y Moreno, respondiendo a la necesidad de mejorar las vías de comunicación de una colonia que ya se había convertido en un importante centro de producción.
Por aquellos años la Cooperativa Agrícola Wanda movía la economía del lugar. “Fue el puntal económico de la zona con su secadero de yerba y té” afirma recordando que de su administración también participó. Estuvo 28 años en la cooperativa, primero como consejero, luego como presidente y finalmente como gerente. Entre otras cosas, formó parte de la comisión que consiguió que en el año 1963 la Colonia tuviera su primer colegio secundario, la Escuela de Comercio Nº 4.
Entiende que hubo un antes y un después en la vida de la Colonia y que la bisagra fue la llegada de la planta de celulosa a Puerto Esperanza. “No fue bueno ni malo, simplemente marcó un cambio” opina y aclara que desde entonces los colonos abandonaron sus cultivos y se volcaron a las plantaciones de pino Paraná significando la transformación de la ciudad en muchos aspectos.
Las acciones de este hombre que a sus 88 años continúa comprometido con el bien común, presidiendo desde hace más de dos décadas el Centro de Jubilados de Wanda, han marcado la base estructural sobre la que sigue creciendo la ciudad.
Sobre el final de la entrevista, en una especie de confesión de quien busca su propio perdón dice: “Descuidé mi familia en función de la actividad pública. Le robé muchos años de mi vida”. Me despido convencida que lo encuentra en la satisfacción que solo sienten quienes han dejado huellas al transitar la vida.
