Hoy espiamos por la mirilla a: Jorge Lavalle

Jorge Lavalle. Escritor, docente en el ámbito de la Educación Superior. Licenciado en Comunicación Social e Ingeniero Agrónomo. Nació en Corrientes pero desde su infancia vive en Misiones. Autor de obras como Sarita, Releyendo mitos y Si he de morir. Hoy conocemos más acerca de su carrera, hablamos de cómo vislumbra el futuro de los escritores, de la vida y del momento particular que nos toca vivir.
– La mirilla: ¿Cuándo y cómo sentiste la necesidad de comenzar a escribir?
– Jorge Lavalle: Empecé a escribir en la adolescencia, motivado por lecturas de autores que me mostraron que se podía hacer de varias maneras, como Julio Cortázar o Gabriel García Márquez. Generalmente se empieza escribiendo cosas que le pasan a uno, es algo típico de adolescente, pero es muy difícil que se haga público eso que se escribe.
Después lo fui dejando, estudié y trabajé en cosas que no estaban relacionadas, hasta que una crisis muy profunda en lo personal, familiar y económico cambió mi mundo y escribir se volvió mi única descarga.
-L.M: ¿Cuáles son los temas que te inspiran a la hora de escribir?
–J.L: Cuando volví a escribir generalmente lo hacía en forma autorreferencial, tratando de ordenar o de descubrir lo que me pasaba frente a todos esos cambios. Entonces me inscribí en la facultad para estudiar Comunicación Social y esto me dio otras herramientas y comencé a escribir sobre otras cosas, externas a mi persona y también empecé a hacer público lo que escribía.
Uno de los primeros trabajos que hice fue la investigación de los barrios posadeños y su origen, a mí me tocó Villa Sarita. En esa investigación me encontré con la versión clásica de que dicen que “era una madama de un prostíbulo muy conocido en el barrio”, hasta que me crucé con Tomas Martínez, que en ese momento tenía 92 años. Tomasito me contó que él la conoció, que tenía un almacén frente a su casa y que cuando él era chico le cebaba mates allí. Eso me cambió la perspectiva y si bien ella estaba relacionada a esa actividad, porque su padre tenía otro local en la Bajada Vieja, que sí era una casa de prostitución, tal vez lo que la marcó a ella fue el prejuicio. Esta otra versión de la historia es la que me interesa, como la que se manifiesta por ejemplo en “Andresito y la Melchora”, donde la figura del héroe aparece matizada con rasgos más humanos y aparece su pareja, una rubia de ojos azules que lo acompañó en todas las campañas en nuestra región.
Me pasa algo así también con los mitos y leyendas de Misiones, donde lo que tomo para los cuentos de “Releyendo mitos”, son los usos sociales de éstos, como actúan en nuestra sociedad, provocando miedos y justificaciones a ciertas formas de comportamiento.
– L.M: En este momento las plataformas digitales han cobrado notable protagonismo pero, tres años atrás, cuando decidiste incursionar en la virtualidad y te convertiste en pionero en la provincia al lanzar tus obras literarias en formato digital, ¿cómo respondieron los misioneros?
– J.L: El libro digital todavía no tuvo un despegue importante, principalmente por la falta de información al respecto y porque la lectura como la conocimos ha cambiado de forma. En mi caso, cuando lancé la página y los libros en formato digital no logré que esto tuviera la difusión necesaria como para que se conozca en lugares donde es imposible acceder al formato papel, por encontrarse alejado de los centros de consumo masivos. Mi idea es que si una profesora de Itacaruaré le interesa usar mis libros se contacte y tenga acceso a ellos, pero esa profesora no se enteró que lo puede hacer. Hay todavía un vacío en ese sentido, que se ha transformado de manera más acelerada con el confinamiento, como en casi todas las áreas, donde lo digital pasó a ser la única forma de poder hacer algunas cosas. Esto ya estaba pasando, pero esta crisis aceleró los procesos.
– L.M: Desde tu mirada como escritor, ¿cuáles son los pro y los contra de las plataformas que posibilitan las descargas gratuitas de libros?
– J.L: Personalmente como escritor mi mayor deseo es que mis textos tengan un lector que los mantenga vivos, ojalá eso también me produjera un rédito económico, como lo hacen los libros de papel, pero es muy difícil por el momento, al menos para mí, lograr eso con el formato digital. Sí tuve numerosos pedidos y respuestas cuando ofrecí mis libros a quien quisiera leerlos de manera gratuita y eso es un gran logro. El peor destino para un libro es quedarse guardado para siempre en una biblioteca o en un disco rígido, el discurso vive solamente si alguien lo escucha.
– L.M: -¿Qué futuro vislumbrás para las editoriales?
– J.L: El negocio editorial, a mi modo de ver, va rumbo a ser muy parecido al de los CD y otros soportes de la música, que hoy son solamente artículos de regalo o para coleccionistas. Tendrá que reconvertirse, encontrar la manera de llegar a los teléfonos celulares o a los E-reader, que son especiales para lectura de libros digitales. Ya lo vemos mucho en el medio académico, donde nos manejamos con PDF y fotocopias, es muy difícil que usemos un libro entero.
En la historia hay fusiones, hoy la poesía prácticamente no existe separada de la música y viceversa. En el caso del relato hoy es fundamentalmente audiovisual, casi todo lo que antes era escrito pasó a ser un tutorial, un video o una película. No sé si es bueno o malo, es lo que veo que está pasando.
– L.M: De todas tus obras literarias, ¿cuál te ha dado mayores satisfacciones?
– J.L: La primera novela que publiqué se llama “Sarita” y relata la historia de la que le diera nombre al conocido barrio poseño de Villa Sarita. Con ese trabajo logré desarrollar una ficción basada en hechos reales, utilizando la receta aristotélica del relato. También me tomé la libertad de destrozar el idioma, tratando de imitar la tonada y las inflexiones del lenguaje propios de la región. Esto me dio impulso para publicarla, fue mi primer libro de verdad y tuvo mucho reconocimiento en el medio cultural y académico de la provincia. También es la que más ejemplares ha vendido, he tenido que reeditarla muchas veces. A partir de eso supongo que tener una referencia del valor de lo que uno hace, me motivó a seguir persiguiendo este sueño de hacer relatos que la gente quiera escuchar.
– L.M: ¿Cuál es tu escritor favorito? ¿Y tu libro de cabecera?
– J.L: Una de las cosas que hice durante casi toda mi vida fue leer, algunos de los escritores que más me han gustado son Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Ray Bradbury, Ernest Hemingway, la poesía de Alejandra Pizarnik, Mario Benedetti, Oliverio Girondo y de Pablo Neruda y muchos otros que voy descubriendo en este nuevo universo con formatos diferentes.
Los libros de cabecera van cambiando, tuve varios, hoy estoy leyendo viejas historietas de Robin Wood, que leía en mi adolescencia, en formato digital, por supuesto.
– L.M: Lo bueno y lo malo de este confinamiento.
– J.L: Esta pandemia nos está haciendo reflexionar sobre varias cosas, el poder mirarnos y tener tiempo, eso puede ser algo a favor. Como contra, está la incertidumbre, el miedo a enfermarnos o que se enferme alguien querido. Ojalá cuando esto termine sepamos valorar muchas de las cosas que siempre damos por hechas y hagamos lo que venimos dejando para más adelante, porque no somos inmortales y lo más escaso que tenemos es el tiempo.