La historia del Guayrá

En esta sección los invitamos a mirar por La mirilla para revivir historias que han sido archivadas por el paso del tiempo. Husmearemos en los recuerdos y desempolvaremos anécdotas y personajes.
Hoy reflotaremos la historia del “Guayrá” una embarcación emblemática para el desarrollo de las comunicaciones en Misiones durante la primera mitad del siglo XX. El Guayrá, para los más novatos, era un barco que navegaba las aguas del río Paraná, cuando en Misiones los caminos eran de tierra y cuando trasladarse de un punto a otro de la provincia implicaba atravesar montes y picadas, ¡una verdadera hazaña! Por aquellos años, el río era la principal vía de comunicación y el Guayrá uno de sus protagonistas.
La nave, que hacía el trayecto Buenos Aires, Posadas, Puerto Iguazú, sirvió para que turistas nacionales y extranjeros pudieran llegar a las Cataratas pero, fundamentalmente, trajo a estas latitudes a muchísimos inmigrantes que buscaban emprender una nueva vida en la tierra colorada. El Guayrá, además, abastecía de correo e insumos a todas las localidades ribereñas del tramo de más de 400 kilómetros.
La embarcación, que era capaz de transportar a más de 100 pasajeros y 45 tripulantes, contaba con camarotes de lujo, otros de servicios más populares, restaurante, salón de baile, todo en tres plantas. Un verdadero lujo para la época.
Corría el año 49 cuando un incidente marcó la vida del Guayrá. Un accidente que estuvo a punto de provocar su hundimiento. Fue en la madrugada del 3 de mayo, bajo una lluvia torrencial, cuando el Guayrá encalló a la altura de Mboirusú después de hacer escala en el puerto de Caraguatay para alzar correspondencia y pasajeros.
Cuentan sus tripulantes, que el 3 de mayo de 1949, bajo una tormenta que castigaba duro, el baqueano Inocencio Almirón le pegó un grito al timonel Enrique Vicente García. “Media fuerza a la izquierda” fue la obligatoria recomendación. Fue lo último que se escuchó previo al estruendo que anticipó lo que todos temían: el Guayrá había dado contra una restinga frente a un paraje cercano a Caraguatay y encalló irremediablemente.
Cincuenta y tres años más tarde, tres de los 42 tripulantes que viajaban ese día se reunieron para recordar la fecha del histórico encallamiento y el diario El Territorio posibilitó conocer esos relatos. Fueron Vicente Arzamendia, marinero de 17 años por aquel entonces, Ramón Florindo, que con 15 años era ayudante de despensero, función que cumplía su padre Bernardo, y el timonel de la noche del mal viraje, don Enrique Vicente García que en 1949 tenía 22 años, los encargados de contar la historia.
El timonel recordó que las condiciones del tiempo eran malas. “No se había cargado mucho la embarcación por el pésimo tiempo, una tormenta tremenda se avecinaba. Veníamos apurados. Habíamos salido de Iguazú a las 14 y queríamos llegar a Posadas a las 8. Cuando partimos de Montecarlo y entramos a Caraguatay no se veía nada”, cuenta García y agrega que el Paraná de entonces era bien diferente al de estos días.

Aclara que “era para tener miedo porque aquel Paraná no era el de hoy. Con el embalse de Yacyretá cambió, antes había una corredera espantosa. Tanto Vicente como yo nadábamos formidablemente, eso no nos preocupaba, pero hacía un frío impresionante ya que estábamos en pleno mes de mayo y a 60 metros de profundidad”.
Vicente Arzamendia recuerda que la gente estaba desesperada: “Salían de los camarotes en ropa interior, otros estaban en el salón de baile y enseguida comenzaron a ir a cubierta”. Vicente permaneció en el barco los 45 días que tardaron en sacarlo del lugar y remolcarlo hasta el puerto de Posadas. Ese viaje a la Capital de la provincia duró dos días, con dos bombas funcionando, para evacuar el agua.
Esa noche del 3 de mayo no sólo caló hondo en la memoria de los pasajeros y tripulantes sino también en la historia fluvial de nuestra provincia.
Pero no fue el lecho del río Paraná el destino final del Guayrá. En 1972 fue adquirido por Secundino Álvarez y en 1975 fue trasladado a Puerto Pirámides (Chubut) donde terminó sus días convertido en un hotel Flotante hasta que en 1984 un incendio lo destruyó por completo.
Cenizas a la deriva vagabundean con historias, recuerdos y vivencias de una época de oro de la navegación argentina.

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